Mi experiencia frente a la escritura, la lectura y la literatura se ve enmarcada en las dificultades que tuve cuando comencé mis estudios. Como primera medida el desarrollo de la lectura se dificultaba debido a que en la institución donde inicie mi formación primaria no se contaba con mucha variedad de textos en los que uno pudiera escoger alguno en especial. La posición autoritaria y bastante crítica del profesor de entonces, en vez de despertar el gusto por la lectura, lo que despertaba en nosotros era inseguridad y miedo de hacerlo. No obstante recuerdo con cierta nostalgia mi primer texto de lecto-escritura; se llamaba Lectura progresiva si lo comparamos con algún otro texto, yo diría que es el equivalente a la cartilla Nacho de ahora, con cuentos y narraciones. Otro texto que recuerdo es el catecismo con las historietas de la biblia. Pero como estos eran ayudas de uso obligatorio no me despertaba ningún interés en mí.
En cuanto a la escritura, la situación no era la más deseada, debido a que habitualmente tenía que realizar trabajos en los cuadernos ya fuera por entregar una tarea, o la elaboración de planas que se me hacían tediosas, Porque en la mayoría de los casos se hacían para cumplir con castigos de orden disciplinario. Otro aspecto duro en mi producción literaria tenía que ver con la imperiosa necesidad de tener la caligrafía de acuerdo al gusto del maestro.
Debido a lo anterior mi relación con la literatura en general no fue muy buena y esto en varias oportunidades me ha hecho sentir envidia de aquellas personas que disfrutan leer un libro.
Hoy en día, la situación es diferente porque en la interacción que tengo con mis estudiantes me he propuesto la meta de enseñarles las ventajas que tiene leer y disfrutar un buen libro.
EL MAESTRO LECTOR Y ESCRITOR
ResponderEliminarEl proceso de leer y escribir ha ocupado un sitial de relevancia en la educación desde siempre, y ha sido encasillado, por los responsables de la formación de los niños, de diversas formas como un instrumento de presión en la mayoría de los casos. Es decir, al maestro (con sus excepciones), siempre se le ocurrió la grandiosa idea de presentarle a los estudiantes el acto de leer o escribir, como ese castigo avergonzante cuando por ejemplo no prestaba suficiente atención en clase. “allá usted que no pone cuidado, pase al frente a leer”.
Esto sin mencionar esa otra perla de los docentes, y lo digo por experiencia propia como estudiante, realizar cualquier cantidad de PLANAS, en las que muchas veces no se tocaba ningún tema pedagógico, sino que era la declaración de un comportamiento ejemplar: “debo portarme bien en clase”, “no debo hablar en clase”, “debo ser respetuoso con mis compañeros”, etc.
Hoy en día, no tengo bien claro si esto fue lo que más funcionó, o la aplicación de la tan famosa frase “la letra con sangre entra”, lo que en últimas me sirvió para adquirir la habilidad de leer y escribir.
En el texto que nos ocupa, el autor nos presenta la premisa de que la escuela forma personas para la creación de una buena sociedad, y se cuestiona sobre qué es necesario para lograr este fin. Emilia Ferreiro plantea que el estudiante más allá de ser un trascriptor de códigos, signos y símbolos, es un ser que representa un lenguaje, una comunicación a partir de conocimientos, pero que necesita de ayudas para llegar a ser un productor de lecto-escritura.
Según la opinión de la autora, se ha diseñado un aprestamiento limitado al desarrollo de los movimientos mecánicos aprendidos por los niños, y no se han detenido a analizar que el proceso de leer-escribir también forma parte de dicho aprestamiento, pero no como un hecho de desempeño mecánico sino como una acción donde intervienen las emociones del ser involucrado; “el niño”.
Teniendo en cuenta que quienes estamos en pedagogía y literatura, somos de edades diferentes y de distintas regiones, ¿Qué opinión podemos tener de la estricta adaptación al proceso de lectura-escritura, por parte de nuestros maestros?